Dos académicos contaron en el podcast “ECOSS. Platicando de Economía Social” diversas formas en las que el quehacer universitario puede fortalecer a las empresas sociales.
Economía social y solidaria: aprendizajes cruzados entre Chiapas, Ciudad de México, Querétaro y el País Vasco.
La economía social y solidaria ha acompañado la vida comunitaria de diferentes poblaciones para organizarse colectivamente y resolver problemas comunes. Esta forma de hacer economía tiene un gran potencial para generar bienestar y reducir desigualdades. Las universidades que se acercan a los procesos de la economía social y solidaria pueden convertirse en grandes aliadas para detonar ese potencial.
Capeltic: un café con raíces tseltales
Capeltic nació en la selva norte de Chiapas, una de las regiones más pobres del país. Ahí, comunidades tseltales decidieron organizarse para mejorar sus ingresos fortaleciendo la cadena de valor y reduciendo intermediarios. El proceso no fue sencillo y tomó más de 10 años de trabajo colectivo al que se sumó el apoyo de estudiantes de la Universidad Iberoamericana hasta llevar una taza de café de calidad a espacios urbanos universitarios..
La organización comunitaria de Capeltic se nutre de una tradición ancestral de cooperación y de la experiencia de trabajo de la Misión de Bachajón, a cargo de sacerdotes jesuitas desde hace más de 60 años. El grupo cooperativo que pone siempre en el centro la defensa del territorio, el cuidado de la tierra y la mejora de la vida comunitaria, combina espiritualidad indígena y católica y se basa prácticas agroecológicas.
Capeltic es un ejemplo de cómo la economía puede ser un medio y no un fin, contribuyendo a recomponer el tejido social y fortalecer los lazos de solidaridad.
Alberto Irezabal quien dirige el Centro Internacional de Investigación de la Economía Social (CIIESS) de la Ibero, destaca tres dimensiones fundamentales de los proyectos cooperativos:
- La toma de decisiones, que debe ser colectiva y asamblearia.
- La distribución de resultados, buscando equidad para todas las personas involucradas.
- El capital, entendido como un bien común que sostiene a la comunidad.
Estas bases permiten construir organizaciones horizontales, democráticas y resilientes frente a crisis económicas o sociales. Sin embargo, los conflictos son parte de la naturaleza humana, por lo que se requieren mecanismos de gestión y solidaridad que fortalezcan la cohesión interna.
Alberto Irezabal señala que, a pesar de existir una Ley General de Economía Social y Solidaria, el marco jurídico en México está desactualizado y el sector social apenas aporta 1.6% del PIB, concentrado sobre todo en ejidos y cooperativas de ahorro y préstamo. Aun así, la economía social y solidaria tiene un enorme potencial para inspirar prácticas más sostenibles en las ciudades, especialmente en torno a bienes comunes como el agua.
Mondragón: formación para la economía del futuro
El Grupo Mondragón en el País Vasco es uno de los referentes mundiales de la economía social. Con más de 95 cooperativas en distintos sectores —desde la industria automotriz hasta la producción de paneles solares—, genera más de 16 mil millones de euros al año, demostrando que la cooperación también puede ser altamente competitiva.
En México, la Universidad Mondragón México, ubicada en Querétaro desde 2014, busca formar a las nuevas generaciones en valores cooperativos, según explica su rector, Arturo Alvarado Hierro, “no puede haber cooperativas sólidas sin cooperativistas formados” en principios de democracia, equidad y gobernanza compartida.
La institución ofrece licenciaturas, maestrías, cursos accesibles y próximamente un doctorado en economía social. Su objetivo es integrar la teoría con la práctica, vinculando la educación con proyectos productivos reales.
Coincide con Alberto Irezabal, en resaltar la importancia del marco legal. “Para que la economía social crezca en México, se necesita una reforma integral de la Ley de Sociedades Cooperativas”. Entre las propuestas en discusión están el reconocimiento de nuevas figuras como las cooperativas de trabajo asociado, la creación de cooperativas de segundo y hasta cuarto piso y la apertura de incentivos fiscales que permitan competir en condiciones más justas frente al sector privado.
Conclusión
La economía social y solidaria no solo reduce desigualdades, también promueve un concepto de “buen vivir comunitario” en el que el bienestar no se mide únicamente en ganancias, sino en relaciones humanas, dignidad laboral y sostenibilidad.
Experiencias como las que se han narrado nos recuerdan que otra economía es posible: una que ponga a las personas y a las comunidades por encima del capital. La economía social y solidaria no es solo una alternativa, es una vía necesaria para enfrentar la crisis de desigualdad y construir un futuro más justo y sostenible.
Además de la Universidad Iberoamericana y la Universidad Mondragón México, hay otras universidades aliadas de la economía social en México que ofrecen programas pertinentes a las empresas sociales y/o las fortalecen mediante programas de servicio social, clínicas y otras modalidades de interacción. ¡Ojalá que cada vez sean más!
Si quieres conocer más a fondo estas experiencias te invitamos a escuchar los podcasts en la sección de noticias: https://empresas-economiasocialysolidaria.com.mx/noticias-y-eventos/